Como algunos ya sabéis, estoy escribiendo una novela que mezcla un mundo medieval con dinosaurios. Aún no quiero desvelar muchos detalles de la trama, pero he decidido compartir con vosotros el primer capítulo para que veáis un poco el tono y el ambientillo que podréis encontrar en sus páginas. Espero que os guste :D
También lo he subido a WATTPAD: https://www.wattpad.com/user/AndoniGarrido
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Este es el mapa del mundo, que igual os ayuda a orientaros, aunque todavía está sujeto a cambios. Si queréis estar al tanto de los avances que haga y de movidas de escritura iré comentando cosas en mi twitter: https://twitter.com/OtraHistoriaYT
Algunos personajes, dibujados por Virginia Berrocal
HADROSAURÓPOLIS - Libro 1
Por Andoni Garrido
CAPÍTULO 1
MAR
DE MOSA
Por
el cielo despejado de nubes surcó volando un pequeño pájaro de plumaje de
colores. Sus llamativos tonos anaranjados y rojos contrastaban con el azul
claro del horizonte. A unos pocos metros bajo el ave, se extendía un mar
infinito de olas. Agitando rápidamente las alas logró ascender con gran rapidez
hacia el cielo, buscando de nuevo un pedazo de continente donde posarse
próximamente.
Sin
embargo, su misión fue interrumpida cuando un afilado y prolongado pico dentado
se acercó a él por detrás. En un instante, casi la totalidad del ave multicolor
fue aprisionado entre los afilados dientes del Ornithocheirus, mientras éste
volaba ágilmente batiendo sus alas de casi un metro de longitud.
Esta
especie de reptil volador era fácilmente identificable por un rasgo que le
hacía casi único en la fauna del lugar. Poseía una doble cresta redondeada en
la punta de su morro, tanto en el extremo del pico superior como en el
inferior. Sus colores claros y poco saturados de color hacían que destacase muy
poco a lo lejos, lo que le venía muy bien para acercarse a sus presas y
abalanzarse contra ellas sin previo aviso.
Con
un hábil movimiento de cabeza y cuello, el Ornithocheirus terminó de engullir a
su presa y, cuando ésta hubo desaparecido por su esófago, siguió dirigiendo su
mirada hacia las turbias aguas de aquel extenso mar. Tenía hambre y le daba
igual si en el menú aparecían más pequeños pájaros o atrevidos peces que nadaban
a escasos palmos de la superficie.
Tras
unos segundos de espera, sus ojos amarillos avistaron un grupo de peces nadando
en formación. El Ornithocheirus detuvo su aleteo y se dejó llevar por el viento
para, segundos después, comenzar un progresivo descenso hacia el agua.
Sin
embargo, un depredador aún más temible se interpuso en su almuerzo.
Una
saeta cortó el aire hasta impactar firmemente contra el cuerpo del reptil
volador. La punta de hierro de aquel proyectil se incrustó entre sus costillas,
provocándole un doloroso espasmo. Su pico se abrió para dejar escapar un
graznido de dolor. La sangre comenzó a brotar y los movimientos del
Ornithocheirus se fueron haciendo más torpes y débiles.
Su
incontrolado descenso terminó cuando su malherido cuerpo chocó violentamente
contra la marejada.
A
unos metros de allí, Elora Mayana bajó su ballesta y sonrió con malicia. No
siempre atinaba el tiro, y más a una distancia tan lejana, pero hoy había
logrado acertar de pleno en su objetivo. Sin duda, pensó, aquello era un buen
presagio de lo que estaba por venir.
–Ahorra
flechas, Mayana–dijo una voz tras ella–, probablemente las necesitemos todas.
Elora
se volteó rápidamente al escuchar a su superior. El almirante Dimus Ejerjis le
miraba seriamente mientras se alisaba su barba blanca. La joven soldado sabía
que con su almirante no valían ni los chistes ni las excusas, así que se limitó
a una disculpa.
–Lo
siento, almirante– contestó mientras agachaba el rostro y dejaba que su largo
pelo oscuro y rizado taparan parte de su cara.
Dimus
Ejerjis se aproximó a ella a paso lento. Aunque ya estaba rozando los setenta,
todavía se sentía con fuerzas para comandar su flota en una última batalla. Una
batalla que devolvería la gloria perdida al País del Mar. O como ahora se
denominaba oficialmente, Imperio del Mar.
Hacía
un año que su pequeña república costera había decidido prescindir de los jefes
de gobierno electivos para pasar a ser comandados por un valiente general. Para
muchos, el único capaz de acabar con los males que aquejaban al país.
Uno
de esos males era la extrema desertificación de la zona sur del ahora imperio.
Otro, la falta de recursos para ponerse a la altura y competir con otros
grandes centros de poder rivales, como el Reino de Beyanca, situado al norte,
cerca del borde donde comenzaba la espesa Selva Infinita, y también como la
República Gremial de Hadrosia, en plena expansión por el continente y con un
desarrollo tecnológico sin parangón.
El
último punto, y la razón por la que su flota surcaba aquel Mar de Mosa, era el
de recuperar bastiones estratégicos que habían sido conquistados tiempo antes
por los hadrosinos.
Uno
de esos bastiones era la Fortaleza de Guizora, situada en una pequeña isla del
mismo nombre. Junto al Dominio de Ombad y La Garra formaban un pequeño
archipiélago justo en el centro del Mar de Mosa. Si lograban hacerse con
aquellas tres islas, ahora aliadas de Hadrosia, tendrían una gran base de
operaciones desde la que lanzar nuevas expediciones al continente.
Elora
miraba a aquel conflicto con aire positivo. Desde luego, acababa de derribar de
un flechazo a un reptil volador bastante escurridizo. Ahora se sentía confiada,
con energía. De su interior brotaban unas ganas irrefrenables de luchar, con
quien fuera. Dinosaurios o humanos, igual daba.
Pero
lo cierto es que le hacía particular ilusión combatir contra un enemigo que
supusiera un reto, luchar en un conflicto trascendente. Hasta aquel momento,
sus únicas escaramuzas habían tenido lugar en las Guerras Paleoluditas,
pequeños conflictos en los que el País del Mar se había aliado con el norteño
Reino de Orbos para expulsar a las tribus paleoluditas de las cuevas de la
zona.
Aquellas
gentes odiaban la tecnología. Sus lanzas de madera y flojos arcos no eran rival
para las espadas de hierro y ballestas de Marastir, la capital del Imperio del
Mar. Elora sabía que ahora se enfrentaban a un conflicto serio, que podía
suponer una guerra. Una guerra que podían ganar… o perder.
Desde
luego, el más intranquilo era el almirante Ejerjis. A pesar de su valentía y su
experiencia en combate en otros conflictos más antiguos, algo le daba mala
espina. Pero las órdenes eran órdenes.
Conquistar
la isla de Guizora, ahora gobernada por un líder cazador llamado Guntak Mai,
aliado de Hadrosia, no parecía un objetivo muy complicado. Sin embargo, Ejerjis
sólo contaba con una flota de doce barcos. Eran buenos navíos, aunque ya se
estaban quedando ligeramente anticuados.
Cada
uno de estos alargados vehículos marinos medía en torno a veinte metros de
longitud y estaban impulsados por dos enormes velas y treinta hombres
pedaleando en la planta inferior, muy importante para maniobrar durante los
combates. Para estos combates también se hacía fundamental un espolón de hierro
macizo con el que embestir todo lo que pillaran por delante. La planta media
estaba completamente cerrada por madera a excepción de varias filas de pequeñas
ventanas desde la que los ballesteros y arqueros ígneos se colocaban para
acribillar a los enemigos del imperio.
Las
tropas y la tecnología de los diferentes señores cazadores independientes de la
región no solía ser muy notable, pero su reciente alianza con los hadrosinos
era algo que inquietaba las entrañas de Ejerjis.
El
almirante miró a Elora con dureza. Era una buena soldado, pero indisciplinada.
–Quiero
que te centres –le dijo el almirante–. Estos no son salvajes. No van a
espantarse.
–Lo
entiendo, almirante. Les machacaremos.
Elora
sonrió mientras recargaba la ballesta.
–Eso
espero–contestó Ejerjis, pero no parecía muy convencido–. A tu puesto.
–A
la orden.
Elora
se retiró, cruzó la cubierta del barco y bajó las escaleras para llegar a la
planta media del buque.
El
almirante Ejerjis miró a los lados con calma. A estribor cinco barcos surcaban
las olas a la par, y en babor seis. Tras eso, posó sus ojos hacia el frente. A
lo lejos avistó tierra. Una pequeña isla. Estaban cerca de Guizora.
Guntak
Mai posó el pincel sobre la pintura de color verde. Con la punta bien
impregnada en el pigmento, lo llevó lentamente hacia el lienzo y comenzó a
arrastrarlo sobre una capa de pintura ligeramente más oscura.
Aquel
bucólico paisaje de la Ensenada, su región de origen, estaba quedando muy
realista. Sin embargo, a pesar de la imagen de gran belleza que el líder
mercenario había creado, no conseguía igual a la idealización que tenía de su
hogar. Se vio incapaz de aproximarse a los recuerdos de su infancia. A aquellos
prados verdes y arbolados por los que avanzaban manadas de Parasaurolophus,
Anquilosaurios y Pentacerátops.
Quería
tener un buen recuerdo de ese lugar, ahora que vivía en mitad del mar, lejos de
todo aquello.
Uno
de sus acólitos entró agitado en el interior de su salón de pinturas. Era la
estancia más amplia de toda la fortaleza de Guizora. Antiguamente, cuando había
sido uno de los feudos del País del Mar, no era más que un simple almacén.
Ahora todo el cuarto estaba lleno de pinturas. El arte era una de las grandes
aficiones de Guntak Mai, pero matar a gente por dinero y conquistar sitios se
le daba mejor.
–Señor.
Ya vienen. La torre dos acaba de avistarlos por el suroeste.
Guntak
Mai dejó de pintar. Se quedó mirando al lienzo unos segundos, suspiró y, viendo
que ya había acabado de usar ese tono de verde, dejó el pincel en uno de los
botes de agua.
–Tal
y como dijeron que pasaría–dijo Guntak para sí.
El
líder cazador acompañó a su soldado hasta el exterior. Ambos salieron a una
amplia balconada con escaleras de piedra que subían y bajaban alrededor de la
fortaleza de la isla.
Ambos
miraron hacia el suroeste y pudieron contemplar cómo un grupo de velas de color
rojo y verde se acercaban por el horizonte.
–En
veinte minutos quiero a toda la flota desplegada–comenzó a ordenarle Guntak al
soldado que tenía al lado–. Y enciende el fuego.
El
soldado hizo un gesto militar y rápidamente comenzó a correr por el exterior
del castillo para prepararlo todo.
Los
barcos de los cazadores de Guntak Mai eran bastante más pequeños y compactos
que los de sus adversarios. En la planta inferior de cada uno de ellos los
soldados pedaleantes comenzaron a impulsar los barcos para alejarlos del muelle
de la isla de Guizora, situado justo debajo de la gran fortaleza. La planta
media de los navíos poseía una fachada llena de escudos de acero sólo
interrumpidos por pequeñas aberturas desde las que se podían observar en el
interior a soldados armados con ballestas. Sobre esta planta existía una
cubierta en cuyo centro se alzaba una enorme vela de color azul y blanco y el
símbolo de los cazadores pintado sobre ella. Se trataba de un círculo con una
flecha azul oscuro cruzada diagonalmente.
Finalmente,
en cada extremo, popa y proa, se habían construido sendas torres de baja altura
coronados con una enorme ballesta fijada al suelo que podía rotar 360 grados.
Uno
de los soldados cazadores de menor rango subió rápidamente por las escaleras de
la fortaleza hasta el torreón más alto. Abrió la puerta de madera y salió al
exterior. Entre las almenas pudo ver, a lo lejos, las naves enemigas del
Imperio del Mar acercándose con rapidez. El cazador sabía que quedaba poco
tiempo para la llegada de aquella flota, así que decidió no perder ni un segundo
más mirando hacia el mar.
Se
agachó frente a un grupo de maderas cuidadosamente dispuestas una sobre otra
sobre la terraza, y empezó a generar chispas con dos hierros. El viento pegaba
fuerte a aquella altura, pero las elevadas paredes de piedra desviaban
ligeramente la corriente. En cuestión de segundos surgió una pequeña llama y el
fuego empezó a consumir todos los troncos.
Elora
Mayana agarraba con fuerza su ballesta. Miraba con impaciencia por la pequeña
ventana de su habitáculo en la parte interior del barco del almirante. Sólo
veía mar. Bajo las maderas que tenía a sus pies podía escuchar a los
pedalecistas impulsando los enormes remos giratorios. Muchos de ellos eran
esclavos, aunque también había varios voluntarios o ex soldados con alguna
extremidad superior amputada que buscaban colaborar cuanto fuera posible.
En
el piso de arriba, en cubierta, el almirante Ejerjis hacía una seña para avisar
a los demás capitanes de barcos su primer movimiento.
Los
capitanes de los dos barcos más cercanos asintieron y dieron una orden a sus
respectivos miembros de tripulación. Entonces, ambos navíos fueron perdiendo
progresivamente velocidad hasta salirse completamente de la formación. Una vez
detrás de todos los demás barcos, los dos rezagados comenzaron un lento acercamiento
el uno al otro mientras aceleraban para lograr ponerse a la par.
Los
marineros empezaron a desplegar una serie de cabos para juntar literalmente
ambos navíos. Al girar una polea bastante grande situada en el casco, varios de
los más fuertes soldados imperiales pusieron en marcha un ingenioso sistema
mecánico para desplegar entre las dos naves una gigantesca escalera de asedio
de metal. Sabían perfectamente la altura a la que estaba la muralla de la
fortaleza más cercana al agua. Ese iba a ser el punto de entrada de sus tropas una
vez la zona hubiera sido despejada de los barcos enemigos.
Guntak
Mai observó desde una de las almenas del castillo cómo la gran escalera de
asedio iba surgiendo por detrás de la formación de barcos enemigos. Sonrió.
De
su flota de diez barcos, cuatro de los más pequeños se adelantaron y fueron
directamente contra los barcos que se aproximaban. Los seis barcos restantes empezaron
a maniobrar de forma pausada hasta avanzar hacia los laterales de la formación
enemiga. Iban a intentar rodear a los barcos del imperio.
Para
contrarrestar la maniobra de su rival, Dimus Ejerjis tomó la decisión de
desplazar a varios de sus barcos más alejados hacia los flancos del campo de
batalla marino.
Pasaron
cerca de tres minutos hasta que los navíos de un bando y de otro estuvieron lo
suficientemente próximos como para empezar el ataque.
En
los flancos, soldados de un bando y de otro comenzaron a intercambiar disparos
de ballesta desde las pequeñas ventanas de los pisos medios. En cubierta,
algunos de los soldados más experimentados prendían de una antorcha las flechas
en fuego para, acto seguido, lanzarlas contra el enemigo.
Elora
no podía verlo debido a las paredes de su habitáculo, pero por los gritos sabía
que alguno de sus compañeros de los habitáculos contiguos había sido herido por
alguna flecha. Ella se cubrió tras el parapeto para recargar la ballesta justo
cuando una saeta enemiga atravesaba con rapidez la ventana y se clavaba en el
suelo del pasillo.
–Joder–exclamó
con la respiración entrecortada.
Rápidamente
salió del parapeto, buscó un blanco y disparó.
En
el piso de arriba, Ejerjis disparaba su ballesta junto al resto de los soldados
situados en cubierta. Uno de ellos, armado con un arco compuesto, recogió una
flecha ígnea y la prendió fuego con la antorcha más cercana. Observó sin salir
del parapeto el barco de los mercenarios antes de efectuar un nuevo disparo.
Apuntó a un enemigo que asomaba por uno de los pequeños huecos de la fachada.
Tensó el arco y cuando soltó la cuerda la flecha ígnea salió disparada. Por
desgracia para el soldado imperial, su tiro impactó contra la protección de
escudos de hierro que rodeaba al barco de los cazadores. Lograr colar una
flecha de fuego en su interior, donde era débil y lleno de madera que podía
prender, sería la mejor forma de deshacerse de uno de ellos. Eso lo sabían
bien, pero la teoría era mucho más fácil que la práctica. El soldado imperial
se agachó tras los parapetos de cubierta y sacó una nueva flecha de su carcaj.
Mientras
tanto, sus enemigos contraatacaban con otras flechas de fuego que también
intentaban colar en el interior del barco o contra las velas, pero las flechas
ni llegaban tan alto ni era demasiado práctico quemarlas. Algunas flechas
ígneas enemigas impactaron en los laterales del barco, y eso sí que era
problemático.
–¡Fuego
en babor!–gritó uno de los marineros imperiales.
Rápidamente,
otros marineros agarraron cubos de agua estratégicamente dispuestos a lo largo
de cubierta y, sin exponer su cuerpo, los vertieron por unos pequeños huecos en
los parapetos de cubierta. Gracias a ello, los pequeños fuegos causados por las
flechas fueron rápidamente sofocados.
Guntak
Mai seguía observando la batalla. Esperaba acabar rápido para seguir con su
pintura. Los cuatro barcos pequeños avanzaban frontalmente contra el barco del
almirante Ejerjis y los barcos que protegían al buque-escalera.
En
el centro de la batalla, el barco de Ejerjis maniobró para embestir al primero
de los cuatro barcos pequeños que iban directamente hacia ellos. Junto a él,
otros tres barcos del imperio usaban la misma estrategia para quitarse de
encima a esos enemigos.
Cuando
estuvo lo suficientemente cerca, Ejerjis observó algo extraño en el barco
enemigo que estaba a punto de destruir con su espolón. No había nadie en
cubierta. Ningún soldado. Estaba todo desierto.
El
impacto fue fortísimo. El hierro del ariete delantero del barco del almirante
destrozó el casco de madera de los barcos de los cazadores como si fuera
mantequilla. Y mientras su espolón se abría paso a través de la estructura, que
se partía en dos mitades, el almirante pudo escuchar el grito de algunos
esclavos pedaleantes enemigos buscando salvarse de morir ahogados en el
interior.
Ejerjis
echó un vistazo desde cubierta y observó a varios de ellos nadando entre una
gran mancha de sangre que provenía del interior del barco partido. Se quedó de
piedra al darse cuenta de que varios de los compartimentos de aquella nave
habían sido atiborrados de carne cruda que ahora caía al mar junto a ellos. Una
mancha roja y oscura de sangre comenzó a extenderse entre el oleaje. Había que
alejarse de allí pronto.
–Los
barcos no tienen soldados, es una distracción–explicó Ejerjis a su timonel.
–Vayamos
directos al muro –sugirió el timonel.
Al
mismo tiempo, otro de sus barcos embestía a otro enemigo con el mismo
resultado. Unos pocos esclavos en su interior, carne y sangre.
–Hijos
de puta…–dijo el almirante para sus adentros–, se están riendo de nosotros.
Ejerjis
sabía que los cazadores de Guntak estaban buscando aliados para la batalla. Aquella
sangre era su llamada a la acción.
En
los flancos, los barcos de los cazadores se alejaban por completo de sus
presas, dejando a estos vía libre hacia la fortaleza. Aquel movimiento extrañó
a los capitanes imperiales.
–¿Qué
cojones hacen?–preguntó uno de ellos a su timonel.
–Creo
que van hacia la escalera.
La
realidad no era exactamente esa. Los barcos enemigos fueron acercándose más y
más a la formación central. La escalera era protegida por seis navíos, algunos
de los cuales estaban recuperando la formación después de evitar a los dos
barcos restantes sin tripulación. Desde luego, no era una buena estrategia ir a
por ellos directamente.
Los
buques de los cazadores se acercaron a ellos y después viraron hasta ponerse a
la par del barco del almirante, pero a varios metros de distancia. Sus soldados
subieron hasta las grandes ballestas fijas de las torres de proa y popa y
apuntaron a los imperiales con ellas.
Elora
pudo ver la situación desde su hueco. Tanto ella como el resto de soldados del
lado derecho de su barco comenzó a disparar flechas como si no hubiera un
mañana, la gran mayoría apuntando hacia las peligrosas torres. Sin embargo, las
grandes ballestas incluían una placa metálica como protección para el operador.
Y
en un momento dado, dos flechas por babor, y dos flechas por estribor salieron
disparadas hacia los laterales del barco del almirante. Ejerjis sabía que,
aunque eran más potentes que las saetas normales, no harían grandes daños al
casco del barco, reforzado con doble madera. Los cuatro proyectiles se
incrustaron con fuerza en puntos cercanos al nivel de flotación de la nave,
pero no atravesaron el casco ni crearon ninguna brecha.
Lo
que Ejerjis no sabía es que aquellos proyectiles de hierro no eran normales.
Eran auténticas brochetas de un metro de longitud. Los hierros tenían
atravesados fragmentos de carne fresca que empezaron a dejar un rastro de
sangre por todo el mar.
Y
en ese momento, las naves enemigas parecieron comenzar a alejarse.
El
timonel del barco del almirante se alegró.
–Parece
que vuelven hacia la fortaleza. La distracción les ha salido mal. Han
desperdiciado cuatro barcos. Ahora nosotros somos más.
Ejerjis
se quedó un momento pensativo y llevó su mirada hacia la fortaleza enemiga. Una
gran nube de humo surgía del torreón más alto de la estructura.
–No
lo creo.
El
almirante se volteó y miró a su retaguardia. Como suponía, les estaban
emboscando. Varias naves más se podían observar en el horizonte. Tardarían en
llegar, pero acabarían con ellos, sin lugar a dudas. Era muy complicado lograr
una victoria en aquellas circunstancias. No eran barcos de Guntak, eso seguro.
Podían ser del Dominio de Ombad o de Hadrosaurópolis. Igual daba.
Lo
que estaba seguro es que Ejerjis no estaba dispuesto a poner en peligro a sus
hombres por una causa perdida.
–Nos
retiramos–anunció Ejerjis.
La
trompeta de la retirada sonó con fuerza desde la cubierta de la nave principal.
Elora
escuchó el sonido desde su habitáculo. No entendía nada. Acababan de hundir dos
de los barcos enemigos. Era incapaz de comprender por qué razón tocaba
retirarse. Salió al pasillo y vio también a algunos de sus compañeros salir
como ella con cara de visible confusión. Sin embargo, no podían subir a cubierta.
Sus órdenes eran permanecer en sus puestos.
Pero
un imprevisto iba a impedirle cumplir con su misión. Tras sentir un fortísimo
impacto en el casco del barco que hizo retumbar toda la estancia, un enorme chorro
de agua empezó a brotar de alguno de los cubículos para soldados de proa.
Ahí
empezó el caos y la confusión. Todos los soldados de la parte de proa comenzaron
a gritar y a correr mientras Elora se quedaba paralizaba junto al pasillo viendo
la escena. Se hundían.
Pero
la joven se quedó aún más petrificada cuando pudo observar con un terror sin igual
cómo una gigantesca mandíbula atestada de dientes surgía a través de la madera
del casco y el gran chorro de agua y atrapaba la mitad inferior del cuerpo de
uno de sus compañeros. Éste gritó y empezó a intentar zafarse, pero sin éxito.
Entre chorros de sangre que surgían por su boca, él y las mandíbulas del reptil
desaparecieron entre la fuente de agua.
El
lugar se inundaba, pero Elora no conseguía reaccionar.
Uno
de sus amigos soldados le agarró del brazo para que fuera con él a la cubierta.
–Elora,
vamos. Tenemos que salir de aquí–le dijo su amigo.
Elora
salió de su embobamiento y fue con él. Subió con dificultad las escaleras
mientras todo el barco se movía de un lado para otro y por fin llegó a
cubierta.
Allí
pudo ver cómo la proa había desaparecido en las aguas y la popa se alzaba más a
cada segundo que pasaba. Los supervivientes se apiñaban en la parte más alta
del navío, intentando escapar de aquellos animales que les acechaban atraídos por
la sangre que rodeaba al barco.
–¡¡Ayuda!!–empezaron
a gritar algunos de sus compañeros.
Uno
de los buques aliados se acercó para auxiliarles y empezó a desacelerar cuando
estuvo al lado del naufragio. Sin embargo, pronto recibió varios disparos con las
grandes flechas envueltas en carne fresca. El barco enemigo escapó con rapidez
mientras los soldados aliados le disparaban con todo lo que tenían en sus
manos. Y lo cierto es que lograron acertar varias flechas de fuego por una de
las ventanas y provocar algún incendio interno. Incluso una de las flechas
acabó clavada en el ojo de uno de los operadores de las grandes ballestas.
Una
humareda comenzó a surgir por las ventanas de popa de la nave, y ésta comenzó a
alejarse con rapidez.
Los
imperiales ahora tenía otras cosas de qué preocuparse. El barco aliado lanzó
una escalera de cuerdas para rescatar a los supervivientes del naufragio.
Algunos marineros se echaron al agua para llegar a ella e intentar ponerse a
salvo, pero en ese momento las mandíbulas de un temible Mosasaurio surgieron
del profundo océano para acabar con sus vidas.
El
Mosasaurio era una criatura monstruosa. Se trataba de un monstruo marino con
apariencia de cocodrilo pero con aletas en vez de patas y un tamaño gigantesco.
En concreto, aquel espécimen rondaría en torno a los 18 metros de longitud.
Elora
contempló incrédula cómo aquella enorme mole de dientes acababa de devorar de
un solo bocado a dos de sus compañeros. La chica se quedó agarrada al mástil de
popa, sin saber qué hacer. Con una de sus manos agarró la ballesta que tenía
colgada del hombro, pero sabía que aquella arma poco iba a hacer contra ese
reptil de los mares. Comprendió de pronto por qué aquel mar se llamaba Mar de
Mosa.
De
pronto algo le agarró por detrás. Elora se asustó como nunca antes lo había
estado. Se giró y vio a Ejerjis.
–Tienes
que salir de aquí. Rápido. Ve al otro barco–le ordenó.
Elora
asintió, pero no quería dejarle allí. Vio cómo el anciano desenfundaba su
espada y se acercaba al agua. No sabía que intentaba hacer. Seguramente sabría
que no había muchas posibilidades de salir con vida y querría morir con su
barco.
La
soldado colocó un pie sobre el parapeto de cubierta y se impulsó para alzarse
por encima. Miró el mar con intención de saltar a él. A solo unos metros estaba
la escalera de cuerdas del barco aliado. Algunos soldados ya estaba subiendo,
pero con gran descontrol.
Y
justo en el momento en el que Elora estaba a punto de lanzarse, las mandíbulas
de otro Mosasaurio surgieron del agua y chocaron contra la escalera y el casco
del barco aliado. Varios de los soldados que subían perdieron el equilibrio y
cayeron en la boca del coloso acuático. Sus mandíbulas se cerraron con fuerza
atrapando a aquellos pobres desgraciados. Elora pudo escuchar sus gritos en el
interior de la bestia y ver algunos de sus extremidades asomando por entre sus
dientes. Luego aquella enorme cabeza se hundió otra vez en el océano.
Elora
estaba paralizada por el terror. Se quedó completamente quieta. Se le habían
quitado las ganas de saltar. De hecho, algunos de sus compañeros que se
encontraban en el agua, comenzaron a nadar como locos alejándose del barco
aliado para volver al naufragio.
Era
un movimiento desesperado, ya que en menos de un minuto todos estarían de nuevo
en el agua porque la cubierta se habría hundido por completo.
Para
complicar más las cosas, otro Mosasaurio apareció en la zona atraído por la
sangre y comenzó a atacar al barco aliado. Con un fuerte golpe, abrió una
grieta en su casco, justo en el punto donde estaba la brocheta metálica de
carne.
Sus
tripulantes apuntaron desde la cubierta al animal y lanzaron todas las flechas
que pudieron contra él. La cosa funcionó, pero el daño en la estructura ya
estaba hecho.
La
chica contemplaba el espectáculo mientras el agua comenzaba a llegarle por las
rodillas.
Se
giró al escuchar un rugido proveniente de la desaparecida proa. La cabeza de
otra de las criaturas emergió con fuerza hasta posarse con la boca
completamente abierta sobre la cubierta semi hundida. Algunos de los soldados
que se acumulaban en la única parte del navío que continuaba en la superficie
fueron lanzados hacia los dientes del animal. Elora también fue propulsada por
el impacto, pero afortunadamente para ella, al estar en uno de los bordes,
acabó cayendo al agua junto al cuerpo del reptil.
Elora
abrió los ojos bajo el agua. Todo era azul. Ya no escuchaba gritos ni lamentos.
Por unos segundos sitió gran paz.
Cerca
de ella vio un cuerpo bajo el agua moviendo los brazos y las piernas, tratando
de salir a la superficie. Le reconoció por su pelo blanco. Era el almirante
Ejerjis.
Elora
trató de llamarle, pero lo único que logró fue dejar escapar el oxígeno que
tenía en su boca en una ristra de burbujas. Pero Ejerjis se giró y miró a la
joven. Su rostro asustado cambió. Y sin saber de si se trataba de una
ensoñación o algo parecido, a la joven le pareció que Ejerjis le dedicó una
sonrisa. Una sonrisa sincera pero triste. Aquel era el fin.
Ambos
movieron los brazos para acercarse el uno al otro. Y cuando estuvieron casi a
punto de tocarse uno de los mosasaurios pasó rápidamente frente a ella.
Fue
como un rayo. Cuando Elora volvió a mirar Ejerjis, éste ya no existía. Algunos
de sus pedazos flotaban entre una gran humareda de sangre.
A
la soldado no le quedaba mucho oxígeno en su interior, pero aún así, abrió la
boca y gritó.
Está exelente👌. Cuando subes la historia del Japón feudal❓
ResponderEliminarCuan baul de conocimientos inutiles?
EliminarVrg,pensé que Ejerjis duraría más xd
ResponderEliminarMe gustó mucho, espero noticias de la continuación. Gran trabajo.
ResponderEliminarEsta muy bueno, me recordó a dinotopia
ResponderEliminarMe gusto el personaje de Ejerjis pero tengo algunos problemas con el, si es un curtido almirante de guerras pasadas de un país de navegantes, como no supo lo que iba a pasar con los bichos gigantes después de ver que los barcos tenían carne, era claricismo, al principio pensé que explotarían o algo pero me gusto el giro de llamar a los monstruos, creo alguien curtido en batalla no reaccionaria tan a lo loco,tambien entendi mal o algo pero nunca vicuantos barcos tenia el almirante Ejerjis a su cargo creo que es vital tener alguna idea de cuantos barcos llebaba al asalto y de cuantos soldados habian por bando, por ultimo me parecio raro que los salvajes, son estilo otro hominido o son humanos, porque no entiendo como pueden haber salvajes con armas de piedra y otros con ballestas y armas de hierro, quisas leí mal o algo, si fueran estilo nómadas lo entendería, quisas si supiera algo de su trasfondo podría entenderlos mejor, es el primer capitulo después de todo, ojala te sirva de algo estas criticas, me gusto mucho.
ResponderEliminarlo relei y encontre las descripciones de los barcos
Eliminaral leerlo entendí Ejerjis tenia 12 barcos, y los otros 10, lo del mar, también me pico, pero, is jamas ha ido alli...(igual, puede ser una estrategia militar, me explico, mandas al almirante viejo y con barcos anticuados a x sitio y mientras esa zona recibe refuerzos tu efectuamos el autentico ataque en otra zona; si es una canallada, pero es lo que se me ocurre.igual en otros capítulos puede ser explicado. Lo de no haber cuantos soldados y esclavos tenia cada barco, si, hubiera estado bien.
Eliminarlo de Ejerjis y no saber puede ser explicado como que jamas estuvo en ese mar; oh, fue todo parte de una canallada; me explico;no le dijeron nada y le enviaron con pocos barcos (12 el y 10 los del dominio) siendo barcos que se estaban quedando atrás en tecnologia para, atraer refuerzos a la zona y que el autentico ataque a otra zona comience con un ejercito más fuerte y con menos problemas; es sucio y cruel, pero, es una estrategia, lo que no se es que Edad tiene Elora.
Eliminarmmm. si le prestas atención, si se da cuenta que algo malo pasará, pero pasa muy poco tiempo hasta que ocurre, pues el combate a lo mucho duró una media hora por lo que se entiende.
EliminarMuy buena lectura, atrapante este mundo
ResponderEliminarJoder... Gran inició... Quiero leer ya el segundo capitulo
ResponderEliminarGenial te felicitó muy buen comienzo éxitos!!!!!!!
ResponderEliminareMe esta gustando bastante aunque la historia la subiras asi o sacaras algún libro por que realmente me esta gustando mucho y algo que agrega mucho valor es el que introduzcas los dinosaurios ya que pocas historias o cuantos, bueno pocos libros introducen a estos animales.
ResponderEliminarMe quede picado. Necesito contactarte para platicar un proyecto para difundir tu trabajo, tanto de novelas como de historia. Saludos.
ResponderEliminarI like it. Me quedo con las ganas de saber que pasará con Elora. Vivirá? Si? No? Hay tantas preguntas...
ResponderEliminarun gran comienzo pero tengo una pregunta ¿todos los lugares del mapa tienen importancia? hay un monton, parece juego de tronos
ResponderEliminarLa verdad tenia mis dudas pero me convencio muchisimo. Con ganas de ver a donde llega esta historia
ResponderEliminarAnte todo, muy buen relato. Me ha gustado mucho el trasfondo, muy presente a través de la mención a los pasos previos a la historia, reinos y lugares. También me ha sorprendido gratamente el "malo" con su pintura; un modo refrescante de darle personalidad.
ResponderEliminarAhora las pegas, si me las permites. Creo que el lenguaje no encaja con el marco de la historia. Me cuentas una batalla naval con gran detalle sobre la estrategia, los barcos, los soldados, pero "disparan como si no hubiera un mañana". Me parece que el lenguaje es demasiado coloquial y me arranca de la lectura y de la gran batalla. Por otro lado, aunque esto ya es algo "tiquismiquis" es la descripción de los dinosaurios. Cualquier que lea una novela "medieval con dinosaurios" seguramente sabe que es un mosasaurio y una claymore. Creo que la descripción ha de ser desde un punto de vista más ¿vivo? y no educativo. Tal vez dar por sentado que el lector sabe que un mosasaurio no posee patas, sino aletas y pasar a describir las enormes cicatrices del animal, de combates contra hombres y otros monstruos del fondo marino.
Bueno un saludo, espero no ser pedante y que te sirva =)
Me ha encantado el relato, pero estoy de acuerdo contigo en una cosa. Si ambientamos la historia en una época de fantasía medieval, los animales deberían tener nombres más sencillos e ir dando pistas sobre ellos y de cuáles son en concreto a través de sus descripciones, como hizo con los dientes del mosasaurio.
EliminarCuidado con lo de los nombres de los dinosaurios, ya hay un libro que hace eso y al final todos tienrn su nombre científico y uno inventado que nunca usan porque el lector no sabe cuál es cual, prefiero que lo deje tal y como está
EliminarSupongo que la frase "disparar como si no hubiera un mañana" se podría cambiar con un fuego a discreción apurado y desordenado pero o términos aun mas técnicos de lo militar, eso estaría bien si la historia se contara desde el punto de vista del almirante, pero como es desde el punto de visita de una soldado indisciplinada, no lo veo mal.
EliminarCoincido en lo de explicar y detallar al dinosaurio como si nadie supiera de el, y ya después arrojar el nombre científico, lo de tener otro nombre los dinosaurios creo que solo seria practico contracciones de sus nombres, así como lo hace el autor, decir los mosas en lugar mosasaurios. otro buen recurso serian apodos para la especie según su reputación en la zona como demonios de los pastizales, glotones de arboles, rey del rio, quijadas nocturnas, destripadores voraces, Plaga alada.
Un universo lleno de posibilidades
ResponderEliminarEs bastante bueno.
ResponderEliminarLa verdad es realmente entretenido leer un contenido con reptiles gigantes y humanos medievales congenian entre sí.
Lo único a destacar que se puede tornar como negativo, es la descripción y la prosa en el texto. Se puede denotar que, en ciertas escenas del capítulo, se esperan más descripciones y tal vez algo más neutro.
Por neutro me refiero al cambio entre esa forma tan estrategica de hablar, algo así como la descripcion de las poseciones de los barcos no va con el de acciones más simples.
Tambien describir el mosasaurio con alto detalle, pues, para algunos que son apacionados por el arte tan prehistorico, no tendrán problema en asimilar la forma de tremenda criatura marítima, pero para otros que son nuevos en dicho tema, y que a lo mejor vienen de sagas tan descriptivas que da miedo la apariencia del "malo" de la novela, desearían conocer a fondo lo mayor posible, tanto de animales como de personajes.
Y como último a destacar, esto ya es más subjetivo y espectativa personal, espero ver un trasfondo cautivador en el señor de la fortaleza, puesto que, aunque se pueda describir como el malo, un autor de tu calibre que ha conocido bastante de la historia humana, no creo que valla a tachar de malo a alguien, puesto que "el malo, solo es malo ante sus enemigos, ante sus amigos, no es nada más que el bueno".
Mi única queja al texto que cumple como un buen capítulo uno y me deja con ganas de mas, es el titulo; ¿hadrosaurupolis?¿es definitivo o provisional?
ResponderEliminarMuy bueno, me ha gustado mucho
ResponderEliminarbuenísimo.
ResponderEliminarcon esta introducción ya te atrapa y te invita a seguir explorando este nuevo mundo que se presenta.
felicitaciones.
esta muy bueno
ResponderEliminarSolo tienes el capitulo 1 escrito o es la muestra Gratis?
ResponderEliminarNo está mal .... pero tu habilidad te traiciona :
ResponderEliminarCaes en lo densamente descriptivo y se hace de lectura tediosa y quita ritmo una descripción tan detallada .
Lo bueno : es que he visto tantos vídeos tuyos que lo leo con tu voz XD.
Lo Malo: Es que tu habilidad te conduce a lo hábil y esto debería ser siempre al revés . Cambia eso y llegarás a mas personas .
Un buen proyecto, las novelas de aventura fantástica, rara vez tienen buenos elementos de estrategia militar, los dinosaurios le dan ese toque fresco que no esta sobrexplotado, sera genial leer como los dinos son usados como caballería, acorazados, torres de arqueria andantes, escaleras, arietes, como perros de caza, Kamikazes explosivos, estampidas, guardianes de puertas y pasillos y en especial tu estilo como trampas de tantos tipos hay mucho potencial para que el fuerte de esta historia sea lo militar mas que la aventura o la fantacia.
ResponderEliminarSe que no son de la misma época, los dinos y los insectos gigantes, pero estaría genial que también coexistieran, claro esos segundos como alimañas secundarias para agregar mas variedad a las selvas o montañas rocosas.
Mucho Exito es tu proyecto.
Me gustó lo que leí del primero capítulo; suena interesante y creo que tiene mucho potencial. Pero tengo una duda: ¿por qué ese nombre? es decir, no es como si las grandes civilizaciones de la historia que debieron parte de su progreso a animales como los caballos o los camellos hayan nombrado ciudades en su honor ¿o sí? Sólo es curiosidad.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este primer capítulo. He tardado un montón en poder comentarlo. Por ahí arriba mencionan que "te traiciona tu habilidad". Yo creo que no. Las descripciones son necesarias, y el ritmo narrativo sigue vivo en todo momento, nunca encuentro un bajón de ningún tipo. De hecho, creo que la acción va "in crescendo" durante todo este primer capítulo, y deja al lector con ganas de leer más, por ver cómo se resuelve la situación y las consecuencias para la protagonista. Yo le doy muy buena nota en cuanto a argumento narrativo.
ResponderEliminarSi me permites el atrevimiento, yo cambiaría algunos términos coloquiales. El "como si no hubiera un mañana" quizá no sea lo mejor para que lo mencione el narrador. Lo puede pronunciar la protagonista, pero no el narrador omnisciente. En el tercer párrafo, el "lo que le venía muy bien para acercarse [...]" quizá podría ser sustituido por un "lo que le permitía acercarse".
En el cuarto párrafo, hay un error gramatical. No es "nadaban", sino "nadaran" o "nadasen". Después de un condicional ("si en el menú aparecía [...]") hay que usar la forma en subjuntivo, en lugar del pretérito imperfecto ("nadaban").
En el quinto párrafo, quizá sea mejor decir "el Ornithocheirus detuvo su batir de alas", en lugar de "su aleteo". Aletear es un verbo que significa otra cosa. Es un error semántico.
En el noveno párrafo, el término coloquial "y más a una distancia tan lejana" podría ser sustituido por "y menos a una distancia tan lejana". Semánticamente es lo que corresponde.
En el undécimo párrafo, "Elora se volteó" podría cambiarse por "Elora se giró" o "Elora se dio la vuelta". Voltear es otra cosa. De nuevo, un mínimo error semántico.
Lo cierto es que más tarde dejé de actuar de "profesor de lengua" (que no lo soy, ojo), para, simplemente, disfrutar del relato.
Es un buen trabajo. Enhorabuena.
PD: por favor, no te tomes a mal las correcciones.
Muy buen relato. Te atrapa y te induce a leer más y más. Interesante la aparición de los dinosaurios con sus respectivos y reales nombres. Ya me he hecho asiduo. Muy bien.
ResponderEliminarMuy buen relato. Te atrapa y te induce a leer más y más. Interesante la aparición de los dinosaurios con sus respectivos y reales nombres. Ya me he hecho asiduo. Muy bien.
ResponderEliminarAtrapante primer capítulo y con un mundo que me imagino parecido a game of thrones pero con dinosaurios
ResponderEliminarNo me convence el título del libro, por lo demás en general está bastante bien, lo veo una idea interesante
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